domingo, 20 de junio de 2010

La característica del medio.




Mientras virtualizaba sueños desgastados que intentaron quedarse pegados a mi almohada (por razones que ellos solos sabrán) vuelvo a despertar, no por falta de sueño (que tendría que haber querido recuperar).

De mi campera de cuero -colgada en una silla- nace un sonido que, a pesar de ser aplacado por la puerta cerrada y la distancia, supo saber colarse en mis sentidos. Un timbre mas que conocido (no por su cotidianeidad, sino por su significado, lejos de su estética comercial), un sonido que inmediatamente junta los retazos de humildad y se dispone a tirarlos a la basura, esperando que el recipiente tenga mejor predisposición hacia ellos.

Un solo mensaje, críptico, que por alguna razón hablaba de hadas, tal vez duendes. No lo puedo reescribir (tal vez sea el miedo a recordar un sentido oculto dentro de mi expectación subconsciente).
Una sincera sonrisa destroza mi entumecida gestualidad. No hacia falta mirar el emisor. Su turbia lírica (que admito, descifré con regocijo) arengaba su imagen en realidad poco verosímil.
Seducido por su forma evasiva (y por sobre todo, estúpidamente elocuente) forma de entregarse, no había dudas, estaba en mis manos y con ganas de dejarse perder.

Su forma de mezclar praxis rutinaria, mera casualidad y predisposición a una segunda oportunidad, era realmente apetecible.

Giro hacia el sillón, dos amigos mirando televisión, implacables y sometidos a su tamaña tarea (casi hazañosa diría yo), se voltean para escuchar algo que por mi mueca sobrada (la del 7 de espadas y un poco de ancho de basto) serian buenas noticias.

- Era algo obvio, se tenía que dar así, no quedaba otra.-

Con aplausos acompañados por sus cabezas aprobativas ellos asintieron mi actuar.
Buscaba al menos que inquirieran acerca de mi proeza, pero bueno, con los amigos no se reparten dudas, solamente se adeudan en una cuenta que no necesita ser pagada.

El mismo sonido nuevamente (esta vez mas vago y pero tal vez con mas entusiasmo), me levanto de la cama para encontrar que en mi campera no contenía noticias, ni mensajes, y el buzón estaba cotidianamente vacío.

Dubité intentando recordar números, “es la del medio” pensé, mientras un escalofrío de gozo mezclado con malestar me hizo dejar el teléfono nuevamente en el bolsillo de mi campera.

En el sillón no estaban mis amigos, solo unas barritas de chocolate que comía con desgano, unos libros que leí por inercia y otros tantos que no por su ambigua procedencia. También desparramada en el sillón estaba mi guitarra, que solo el azar dictaba tocarla y solo ella me polarizaba, verla así tirada y desgastada me hacia esperar un momento mas idóneo para disfrutarla.

Y con pocas nuevas opciones solo me quedaba recordar el sueño, y la característica del medio por ser juzgada.
Ésa que no se sabia definir como buena o mala, gran amante poco amada o fiera compañera de palabras tergiversadas.
De esas cosas que amarías odiar.
Le daba valía a mi honestidad y orgullo a mis mentiras.
No solo era su naturaleza ambigua y desconocida, sino también su posicionamiento en mi vida. Que es importante no es secreto, el desprendimiento era su incógnita.
Si quisiera desterrarla, al volver no sería lo mismo y al querer abrazarla no sabría como va a reaccionar.
Siempre la misma, hasta se dio el lujo de sembrar completamente ese sueño.
¿Sería por su empatía que sabe ya no me es servicial, y pelea con sus pocas armas por quedarse, dándose la razón una vez más?

Y yo cansado de la misma discusión, decido hacerle algo de caso.
Marcar un número y esperar que se conteste el llamado haría su poca virtud trivial algo vano.
Decido ver que otras cosas me tira la vida, dispuesto a acceder (mientras ella me deje).
Total por algo la vengo cargando hasta ahora.
Tan mediocre que ni defecto la puedo llamar.
Es la característica del medio, y eso no es poca cosa.

sábado, 24 de abril de 2010

La soledad de la risa (en tercera persona).


Fuera de su casucha, Jean no tenía mucho para decir.

Las risas extrañas lo empalagaban, y el apagón solo se venia con una buena copa arpía, de esas que poco expían.

De las más lindas para brindar, lástima la calidad del cristal.

Marcos, no solo se dejaba, era una persona poco franca.

Cuando una sonrisa lo estremecía, solamente se limitaba a grabarla.

Amaba imaginar que pasaba, mientras su melancolía le pesaba.

Pero el saber que alguien contenía un llanto lleno de optimismo era un apósito para su, al parecer, mal llevada alegría.

Jean dejando noches en vela, vacilando una llamada en espera, espera aún que el reclamo sea grato.

Sin querer sonar barato, no sabia que recuerdos deberían ser velados.

Camina por la calle y la lluvia le da gusto sin par.

Nadie entendía que el deleite provenía del pasado desigual,

Para el las gotas tenían vocación para lavar.

Y no quiere resucitar, prefiere dejarlo solo dentro de su paladar.

Vestía sombreros con pasión hacia la coherencia,

No más temía la falta de banalidad, pero necesitaba resaltar.

Quien sabe si era lo debido, pero le hacia falta lo motívico.

No tenía mucha afinación, pero siempre era la misma canción que cantaba.

Intentando ser desenvuelto para la sociabilidad, la realidad lo desalentaba.

Y con desgano nuevamente se levantaba, arriando y de nuevo a las pocas andadas, que solo dentro de su mente se dibujaban.

Marcos no tenía miedo al hablar, pero prefería simplemente escuchar.

Su opinión era conocida pero poco divulgada,

“Un folletín lírico de ideas gastadas, pobremente usadas”.

Pero cuando veía sonreír a alguien, su discurso se desviaba.

Empatía que se confundía con la rabia, mientras las palabras se desfiguraban con el humo que exhalaba.

Para él fumar era la forma más linda de no decir nada, solo que con su mirada, alejaba posibilidades que ahora en el futuro extrañaba.

Nunca supo que podía perder, pero tampoco quiso encontrarlo, necesitaba sentirse un poco nostálgico.

Remiendo inútil para el pobre romántico.

No tenia clara la concepción del porque, aunque todavía lo sigue intentando.

¿Para que uno cuenta la vida de aquellos que, con acotada simpleza, dan valor al inquisidor en tiempos de amable torpeza?

Callamiento destinado al boceto, para el que no llora por angustias propias.

Al que la mugre no mancha.

Destina fabulas sobre mímicas expresiones que por demás para él no fueron ejecutadas.

Cualquiera fuera su impericia, no puede ser juzgada, menos en su bochorno de quietud.

Tiembla con tangos a la noche, el viejo esta lejos de ser un compadre.

Un ratito más de reproche, no duerme por más sueños que se descorchen.

Tiene miedo de levantarse y sentirse menos persona y más cobarde.

Acorde al corte, la persona marchita de sueños precoces,
A falta de bote,
Necesita de ellos para salir a flote.
Sin importar el rumbo de la deriva,
Ni quien capitanea sus ilusiones.
Que mas quisiera, si solo mis promesas fueran hechas con conciencia.
Son esas cosas que dejas en que "solo pudieran".